Comentario
Para dotar a la Acrópolis de un acceso monumental y magnífico, Pericles quiso embellecer y engrandecer los viejos Propíleos de época pisistrátida destruidos por los persas en 480. Acabadas las obras del Partenón, comienzan estas otras que duran de 437 a 432; fueron dirigidas por el arquitecto Mnesiklés y quedaron interrumpidas en 431 por la Guerra del Peloponeso.
Cuando se contemplan de cerca los Propíleos y se atraviesan, se comprende el valor que tuvo Mnesiklés al encargarse de una obra condicionada por una topografía enrevesadísima y por la existencia de restos muy preciados de monumentos precedentes, entre los cuales el muro sagrado de la Acrópolis, el Pelárgikon. La eficacia con que Mnesiklés se enfrentó al reto es su mejor aval como arquitecto. Planteó la obra en dos niveles o terrazas porticadas, orientadas en dirección este-oeste, cuyo eje constituye el corredor de paso, y dispuso cuatro estancias rectangulares, iguales dos a dos, en dirección norte-sur. Una de las del lado norte era, precisamente, la Pinacoteca.
El nuevo sentido del espacio y las características formales del Partenón influyen en la clara organización de los Propíleos; sus fachadas al este y oeste son dóricas, la columnata del corredor de tránsito, jónica. Tal vez Mnesiklés fuera discípulo de Iktinos, pues como el maestro, gusta de soluciones nuevas y originales, plasmadas en las alas adosadas al cuerpo central del edificio. Esta fórmula era desconocida en el dórico clásico, por cuanto rompe con el concepto de volumen único -como una escultura-, aunque conservando el de simetría.